jueves, 21 de julio de 2011

Pregón de las Fiestas 2011

Aquí les dejo el pregón que está dando D. José Luis Cano Santos en estos momentos, para los que no estéis en Valdencín podáis leerlo y para que quede para la posteridad.

Buenas noches: vecinas, vecinos, señor alcalde y autoridades, agradeciendo mi proclamación como pregonero de las fiestas: a la Concejalía de fiestas, a la Asociación de Amas de Casa y AMPA de Valdencín y a todos los colaboradores en la programación de los actos festeros. Con el permiso y todo el respeto que se merecen los acabados de proclamar: tío Merio y tía Eloisa como representantes de los colonos más viejos, paso a dar lectura al pregón:
Hace un año que la Mari Portuguesa y su marido Melchorín me insinuaron la posibilidad de intervenir en el pregón para 2011 y no me pareció conveniente negarme a algo que me llenaba de ilusión y que hoy pretende hacerse realidad.
En primer lugar he de aclarar que organizar los recuerdos que se agolparon desde el momento en que acepté el reto, me supuso algún que otro desvelo: fueron tantos mis recuerdos y tan desordenados que decidí enfrentarme a ellos sin consultar, sin verificar, sin intenciones de confirmarlos o desmentirlos, por lo que os debo pedir perdón, de antemano, por los inevitables errores que cometeré, pues el rigor histórico no es mi pretensión. Presentaré mis recuerdos como una humilde y bienintencionada anécdota que permite mi memoria. Sin ánimos de aburriros más de la cuenta, recordaré la llegada de mi familia a Valdencín:
Llegamos de Mirabel en 1970 cuando ya habían recogido los primeros colonos dos cosechas. Estas familias se instalaron en chozos, que tuvieron que levantar en las parcelas y, después, en los graneros, ya que las casas aún no estaban habitables. Entre estos valientes: tío José Culera, tío Ángel Dorro, Kiko el de tía Cristina Bronca, tío Blas el Chato, tío Jacinto Ramira... y otros que recordaréis mejor que yo. Aquí comenzó aquel camino que aún hoy se está recorriendo en Valdencín.
Buenas eran las perspectivas para quienes buscábamos una oportunidad: una parcela de 7 hectáreas de regadío y una casa con: comedor, cocina, 3 habitaciones (todo un lujo), lacena, cuarto de baño (sin agua corriente, pero con todo dispuesto), cuadra, guardacarros, granero… En fin, una familia numerosa que llegó, como la mayoría, creo que: con una yunta y algún viejo apero y asfixiados por las deudas en los comercios de los lugares de origen, pero con un problema resuelto había mucho trabajo.
Con este panorama mi familia no tardó en decidir que yo aceptara una beca de estudios, que hacía poco me habían concedido, gracias a lo cual gocé, desde mis 11 años, de los privilegios de mi condición de estudiante. Aunque había más vecinos estudiando en Coria, yo era más afortunado ya que fui interno a un colegio en Cáceres y, por ello, Valdencín se convirtió en el lugar elegido para mis vacaciones durante los 10 años que duró mi formación.
Por tanto, todo lo complementario, y no menos necesario, a mi formación como persona, lo aprendí en Valdencín: trabajo duro, relaciones familiares, amigos, travesuras, charlas interminables en los portales de la panadería o de la Sección Femenina, inquietudes, mentiras y recuento de hazañas domingueras...
Respecto al primer objetivo de los colonos, que fue el trabajo, os puedo asegurar que fue conseguido, pero con nota muy alta; por tanto, la sobrevivencia a las penurias económicas también se solventó en la medida en que se recogían las cosechas y se saldaban deudas. Todo comenzó a tomar vida, sobre todo por las noches, cuando los banqueros se acercaban a las casas, dos veces por semana, para captar los primeros ahorros y, cuando llegó Manolo, el de las Casas, para colocar un montón de neveras y las primeras TV a los agraciados colonos, que firmaban sus primeras compras a plazos.
Eran gratas las rutas diarias en mulo, burro, carro o andando para ir y volver de las parcelas, marcando siempre un comienzo y un final de la jornada muy peculiar al hacer posible un diálogo que unía a unos vecinos: Pelagio, tío Juan Cacharrero, tío Juan de Acehúche, con su impactante carro de llantas, Tomás Paisano, tío Eusebio Cagapocha, Ángel Merchán, tío Honorio Chinale. Todos implicados en objetivos y preocupaciones comunes; pero la evolución hizo que estas rutas pasaran a hacerse en bicicleta, y, poco a poco, en Mobylettes, Camperas, sobre todo. Con ello, sólo quedaron mi padre y su burra como fieles continuadores de la ruta. La motorización pedía paso.
Los primeros vehículos que aparecieron, a parte de algún tractor, fueron los Pascualines, para sustituir a las yuntas en las labores: recuerdo el de tío Sebastián Carretero, el de tío José Culera y el de tío José Carbonero y los primeros coches, a destacar: el R-6 del Mayoral, la DKV de Pedro, el de las Vacas, la furgoneta de Pepe Tocino, el 4-L pilotado por el temerario Domingo Soso, (con el que me desplacé en más de una ocasión a Cáceres, ya que coincidí cuando él hacía allí la mili) y el R-7de la Mari Paz. Ni que decir tiene la gran aportación de estos vecinos al transporte de muchos de nosotros, ya que se sentían abordados nada más pasar del transformador, camino de Torrejoncillo.
El abastecimiento comercial corrió a cargo de unos emprendedores comerciantes torrejoncillanos, de los que recuerdo a: tío Emilio Cantalgallo, con su furgón blanco, que se marchó pronto dando paso a su hermana María Cantalgallo, con su Land-Rover, Sixto Purrea con su acondicionada DKV gris , tío Antonio, el Churrero y el irrempazable: José Peguero, con el pan. Ellos comenzaban la jornada casi siempre por la calle Plasencia, haciéndose notar con estruendosos pitidos que ya todos identificábamos. No sé los años que formaron parte del tejido comercial de Valdencín, pero supieron ganarse la simpatía, y los dineros, de los colonos. Estos métodos comerciales fueron relegados pronto por la instalación del bar y el comercio de tío José y tía Rosa, que vinieron a ampliar la oferta del estanco y del teléfono público que gestionaban tío Gerardo y tía Isabel, que aún podemos disfrutar con su perfecto funcionamiento.
De entre los primeros expertos en márqueting he de citar a Vicentino y Alcalá, fotógrafos presentes en todos los acontecimientos que tenían lugar en Valdencín, atraídos por un cuidado jardín, a cargo de tío Alviz, que era aprovechado para reportajes de bodas. No había festejo en que no estuvieran, gracias a lo cual hoy podemos recordar cómo éramos y quiénes eran algunos de los fotografiados con nosotros, con los que se ha perdido el contacto.
A los iniciales cultivos de algodón y maíz se fueron añadiendo nuevos productos para evitar estrecheces en el verano, de esta manera se comenzaron a sembrar tomates, bolas y, posteriormente, el rentable tabaco. Estas nuevas actividades requerían cada vez más mano de obra, por lo que, sobre todo en las familias numerosas, los jornales de temporada pronto supusieron una buena aportación para seguir pagando las compras aplazadas. Por entonces se hicieron habituales y de una gran importancia los desplazamientos de la juventud a coger peras, a colgar tabaco, a coger tomates cerca de la Salgada de la Mata o a recoger remolacha.
En fin, una situación socio-laboral que a muchos les obligó a serias recapacitaciones y decisiones al comprobar que los jornales eran muy apetitosos, a pesar de la temporalidad, por lo que decidieron regresar a sus pueblos o probar fortuna en provincias boyantes en la industria como Vizcaya o Barcelona, donde la mano de obra era más estable y los sueldos más prometedores. Recuerdo a algunos que tomaron esa decisión: tío Adrián Cagapocha, tío Jorobo, el de las Vacas, los Carajacas, también de los primeros colonos de Valdencín. Siempre fue una decisión marcada por una evolución laboral muy concreta.
Casi parejo al repunte de los jornales comenzaron las salidas temporales a los hoteles, donde mucha juventud colaboró en la prosperidad de sus familiares comprándose tractores y coches, cambiando de TV en B/N a color, instalando teléfonos en casi todas las casas; situación que desembocó en un paulatino abandono de los cultivos . Hasta que la construcción cambió el panorama laboral en Valdencín; sin embargo algunos colonos, como tío Jacinto, favorecen que Rafa apueste por seguir creyendo en la agricultura y la ganadería, que José Luis Grande, el de Mirabel y Luci, el de tío Lucas, sigan cultivando sus parcelas y algún que otro... pocos, como la Mari Sosa y tío Manolo, el Claro, continúen con la ganadería.
La situación es novedosa ya que las familias están plenamente instaladas y los medios de transporte facilitan el traslado semanal a los lugares de trabajo. De nuevo la adaptación de los colonos a la situación y, lo que es más sorprendente, la consolidación de las familias jóvenes ya que no existen viviendas para satisfacer la demanda, a pesar de las nuevas construcciones. Actualmente la evolución sociolaboral sigue su camino y una vez más se superará.
El ocio juvenil ha pasado por numerosas etapas desde los bailes domingueros en el salón de la cooperativa, a cargo de mi hermano Juan, Juan, el Dorro, y Alfredo Periañe que pasarían al teleclub de Agapito y que luego, un grupo de jóvenes, se hizo cargo de su funcionamiento hasta llegar a manos de la Laly y Nano, que también cedió ante la oferta de ocio en los pueblos cercanos, sobre todo Torrejoncillo.
No puedo recordar el año en que, cuando acabados los sofocantes trabajos de verano, se comenzó a pensar en un motivo de regocijo, de resumen de verano y de preparación para las labores del crudo invierno, como consecuencia aparece “La Fiestina”, todo un ejemplo de la colaboración vecinal, en torno a Santa Teresa y que, de manos de tía Paulina, como la primera mayordoma y al año siguiente de mi hermana Juliana, se consolidó como el acontecimiento más importante del año. Se elegía un encargado para cobrar a todos los vecinos que cooperaban gustosamente para la organización del evento y cuyo cartel festero era pregonado por tío Barrilín, al que le tocó un año ir a buscar músicos para celebrar el baile organizado en la Cooperativa, lo cual no sería una novedad si no fuera porque se fue hasta Plasencia andando y no se vino con los músicos porque no se llevó el carretón para traerse los instrumentos. Ya entonces se soltaban vaquillas en el corral de la cooperativa y resultaban atractivas las carreras de burros, en la que siempre destacaba Santiago, el Nabo, así como pintorescos partidos de fútbol en las escuelas. Lógicamente son recuerdos de diferentes años que no puedo concretar, ya que mi regreso al colegio solía coincidir con la celebración de “La Fiestina”.
La evolución y el traslado de los festejos a la actual fecha se escapan de mi memoria. Sólo sé que supone una cita para toda mi familia y me deja gozar al ver entre los barrotes jaleando al toro a Ana, la de mis paisanos Isidro y Sabina, al grupo torero infalible: Juanino, Carlos Chiquete, Chuti Tocino y Maxi Patano, mientras doy la vuelta al ruedo detrás de los barrotes sin dejar de saludar a tantos y tantos con los que tuve y tengo mucho que ver. En la verbena sigo viendo cómo se detiene el tiempo con los bailoteos de la Emilia Portuguesa, una de las primeras damas en La Fiestina,¿te acuerdas, Emilia?, mientras, saludo a la Paula Culera que, desde Mallorca, no dejó de necesitar el aliento de Valdencín. Ya, más en tiempo de barra, converso con Ángel Vaquerito que me pone al corriente de los demás quintos: Ángel el Dorro, Juan Santano y José Chinale.
Todos estos recuerdos me acercan a una realidad prometedora: la Nines y Reyes siguen la estela de Domingo Melonero y la Mary Panadera, Víctor, el nieto de tío José Soso, recoge el testigo de la tradición y da impulso a toda la juventud para que cada año sigamos disfrutando, la Asociación de Amas de Casa, que preside Tere Castro, y el AMPA, presidido por Inma, son imprescindibles en todos los acontecimientos.
Recuerdos, muchos recuerdos: a tía Ángela que tiene algo que ver en que José Mari haya estado tan implicado con Torrejoncillo, su pueblo, y Valdencín, su tendencia. La Juana Macha y Pedro Carabo que transmiten sus inquietudes a sus hijos. Tía Florencia, el motivo de que la Fores y Mejillón sigan tan próximos a Valdencín. Veo cómo el cariño de Tía Aurora es correspondido por sus hijos, nietos y todos quienes la conocemos. Se sigue comprando, como siempre, golosinas en el estanco de la Bene. Admiro a Tía María Jierra cerca de Julián y de Luterio. Gozo con el cariñoso saludo de Tía Mere y tío Jacinto, y el de mis paisanos tía Inés y tío Teto, que, como tía Julia Ceclavinera, pellizcan en algunas vivencias muy cercanas: Fernando, Juan, Fabiola, Pocholo, Ignacio, Nieto, Barriga, Chucho… y en todas mis visitas no dejo de pasar lista en ca’ tía Isabel Naba.
Parte de cuanto mi memoria me ha permitido recordar me une a Valdencín y hace que cada año tenga ganas de regresar; pero… como en mis comienzos, sin ataduras, con libertad, movido sólo por mis sentimientos, la nostalgia y el sosiego que supone un reencuentro con unas vivencias que justifican nuestro pasado, que hacen que gocemos de la actualidad y que nos dejan entrever un futuro que, inevitablemente, estará ganado y en el que aún espero seguir contribuyendo.
Con la prudencia que requieren los festejos os deseo a todos ¡FELICES FIESTAS!

José Luis el de Mirabel. Julio 2011

3 comentarios:

jose dijo...

Mucahas gracias a Reyes y a David por la publicación del pregón Un abrazo y disfrutar todos de la fiesta

Joseluis dijo...

¡Hola! Ya no lo aguanto más y he de rectificar el mensaje anterior: "Muchas", no 'mucahas' y "disfrutad", no 'disfrutar'...si le hubiera puesto"a" difrutar podría valer... pero las prisas...
Un saludo

David dijo...

jejeje no es problema, se entendía bien, y lo de disfrutar en vez de disfrutad a mi me pasa muchísimo, no me acostumbro jeje